Cada 17 de abril, el mundo celebra al Malbec, una cepa originaria del suroeste de Francia que encontró su hogar definitivo en América Latina. Desde los valles del sur de Chile hasta el norte de México, esta variedad se ha transformado en sinónimo de identidad, historia y excelencia.
En Chile, las zonas vitivinícolas se encuentran hacia el sur, permitiendo redescubrir un tesoro olvidado: un Malbec centenario, genéticamente puro, hallado en la localidad de San Rosendo, en la región del Biobío. Estas cepas, traídas por colonos franceses en el siglo XIX, se habían mantenido casi intactas, resistiendo el paso del tiempo y las plagas que diezmaron viñedos en otras partes del mundo. Viñas como Viu Manent, Concha y Toro, Neyen, Montgras, Casa Silva han sido pioneras en garantizar un vino malbec y sostenible, ya que también cuentan con certificación vegana.
Mientras tanto, en México, la uva Malbec ha encontrado espacio en estados como Baja California, Guanajuato, Querétaro y Coahuila. Allí, bodegas como Monte Xanic y Casa Madero han apostado por versiones locales que combinan el carácter de la cepa con el clima cálido del norte mexicano, dando lugar a vinos de gran cuerpo, taninos suaves y notas de fruta madura.
En los últimos años, también ha crecido el interés por procesos de producción más transparentes, donde el vino se conecta no solo con la tierra, sino también con las personas que lo consumen. En ese contexto, Chile y México han comenzado a certificar sus vinos como veganos, garantizando que no se utilizan insumos de origen animal en su elaboración, como es común durante la clarificación. Esta tendencia responde a un consumidor más informado, que no sólo busca calidad, sino también coherencia con sus valores.
“Hoy, más de 40 viñas en América Latina ya cuentan con certificación V-Label, muchas de ellas productoras de Malbec. Lejos de ser una moda, estas prácticas reflejan un cambio cultural más amplio en la manera de producir y consumir.” menciona Ignacia Uribe, CEO en V-Label LATAM.